Por otra parte, el balance entre la superficie foliar y el rendimiento les permite optimizar la gestión de los recursos hídricos y minerales, alcanzando la maduración en las mejores condiciones posibles gracias a que la gran cantidad de madera adquirida a través de los años lleva pareja una gran cantidad de reservas en elementos de los que la planta puede disponer al final de la maduración.
En resumen, este tipo de viñedos posee un gran equilibrio interno y una gran capacidad de adaptación al terruño, adquirida a través de los años. Este equilibrio, además de un control en la cantidad de producción hace que las uvas tengan taninos más amables y maduros, mayor concentración de polifenoles, madurez más pareja, y otras cualidades que no siempre podemos explicar científicamente haciendo que bien cuidados, estos viñedos produzcan “vinos elegantes, concentrados, complejos, con buena estructura”.