El momento decisivo

En esta delicada fase se produce la fecundación, el racimo “limpia” la flor y comienzan a formarse los granos o “agraces” como decimos por aquí. Empiezan a verse lo que serán las uvas, que van ganando tamaño a medida que avanza la estación y van ocupando su espacio en el racimo y madurando hasta la época de vendimia.

La tasa de cuajado de los racimos depende de muchos factores pero principalmente de las condiciones climatológicas. Para que se dé un buen cuajado debe haber un clima estable durante la floración, sin exceso de lluvias o humedad que afectarían negativamente al proceso. Aunque tampoco interesa que se produzca un cuajado excesivo ya que tendríamos racimos demasiado cargados y compactos y la maduración se complicaría bastante. Como siempre en la vida, en el término medio está la virtud.

En los viñedos de Sonsierra hemos podido comprobar que este año el ciclo de la planta lleva una semana de retraso con respecto al año anterior. La tasa de cuajado es muy positiva, en torno al 80%, lo que favorece que al haber menos granos estén más sueltos, lo que ayudará mucho a una correcta aireación y maduración del racimo.

Debido a la helada que sufrimos en el mes de abril y que afectó a algunos brotes aislados hemos podido ver un fenómeno curioso. Cepas con racimos aún en floración y racimos con granos tamaño guisante. Caprichos de la naturaleza y el clima.

Pronto podremos asistir a uno de nuestros momentos favoritos en la viña, el envero.

 

         

 

 

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