Los agricultores los construían colocando hileras de piedra en forma circular que se iban estrechando hasta dejar un hueco arriba que se cubría con una piedra grande o con argamasa. Rara vez se utilizaba nada más que piedras, unas junto a las otras, para sustentarlos.
Los chozos eran utilizados como refugio de los viticultores y los animales que se empleaban en las tareas del campo frente a las inclemencias del tiempo y también para vigilar las cosechas.
La mayor parte de los que hay en La Rioja se concentran en la comarca de la Sonsierra donde hemos nos hemos esforzado mucho en su rehabilitación y conservación de estas construcciones salpican nuestro paisaje y que se han convertido ya en un icono de nuestra identidad.
Recientemente la presentación de la candidatura a Patrimonio de la Humanidad de los paisajes del vino ha servido para que sean declarados Bien de Interés Cultural.