Los viticultores excavaban oquedades en rocas próximas a los viñedos en las que depositaban la uva para su pisado y posterior prensado. De esta forma obtenían el mosto que luego llevaban a sus casas para la elaboración de clarete o hasta las bodegas particulares, trasladándolo en pellejos, para su posterior fermentación.
Los lagares rupestres constan normalmente de un hueco principal de forma circular o cuadrada, donde se realizaba el pisado y prensado, y un canal que conducía el mosto ya limpio de impurezas hasta otro hueco. Algunos tienen un tamaño considerable, como el de Pangua. Es el mayor de los localizados hasta el momento, con 3 metros de diámetro y una capacidad de casi 5 metros cúbicos, o lo que es lo mismo unos 2.700 kg de uva (los remolques utilizados habitualmente en la vendimia tienen una capacidad de 3.500 kg).
Aunque el texto más antiguo que hace alusión a estas construcciones data del año 959 se cree que la mayoría son posteriores al siglo XIV ya que la mayoría fueron construidos sobre las necrópolis existentes.
Actualmente aunque algunos están restaurados, señalizados y se pueden visitar, queda mucho trabajo arqueológico de clasificación y estudio por hacer para poner en valore este legado tan importante para la historia del vino en nuestra comarca.